ALIMENTACIÓN Y APRENDIZAJE

28.06.2012 18:29

ALIMENTACIÓN Y APRENDIZAJE

Alguna vez se ha preguntado si los alimentos que ingerimos inciden directamente en nuestra capacidad intelectual? y ¿por qué escuchamos constantemente decir a los doctores lo importante que es tener una dieta balanceada, sobre todo, en los más pequeños de la casa? 

El aprendizaje es una de las funciones más complejas del cerebro humano e involucra el hecho de tener un adecuado nivel de alerta y concentración mental para captar información, analizarla y almacenarla en los circuitos neuronales, y luego poder evocar estos datos cuando se quiera. 

Explica la endocrinóloga Daniela Jakubowicz que el cerebro es una intrincada maraña de neuronas y cables eléctricos interconectados entre sí. Funciona en base a sustancias químicas muy simples, en su mayoría proteínas, cuyo papel es transmitir un mensaje de una célula nerviosa (neurona) a otra. 

Esta conexión a través de sustancias químicas, se repite en todo el cerebro y desde la más simple de las actividades como mover un dedo, hasta las funciones más complicadas de la mente como la memoria, la concentración mental, la capacidad de análisis, la abstracción, el aprendizaje y la integración del pensamiento, dependen de la capacidad que tenemos de producir estas sustancias, llamadas también neurotransmisores o transmisores del impulso neuronal, sustancias que obtenemos de la alimentación. 

Capacidad de aprendizaje 

Una vez establecido el desarrollo cerebral, señala Jakubowicz que nuestra capacidad de atención, concentración y alerta, depende prioritariamente de la existencia de un aporte continuo de azúcar (glucosa) al cerebro. Esta necesidad del cerebro se debe a que éste no tiene ningún sistema para almacenar combustible, así que continuamente debe tomar pequeñas cantidades de azúcar (glucosa) de la sangre para poder seguir funcionando. 

Por esta razón, una momentánea caída de los niveles de azúcar sanguíneo, ocasiona un reto al funcionamiento cerebral y desencadena una serie de reacciones de sobrevivencia, al tiempo que afecta enormemente el aprendizaje. 

La endocrinóloga refiere que si bien durante el sueño nocturno, los niveles de azúcar se mantienen estables debido a una serie de sistemas hormonales (hormona de crecimiento y de la adrenalina) que promueven la salida de azúcar del hígado a la sangre. Al despertar, es distinto, pues estos sistemas hormonales cambian y el destino del azúcar sanguíneo durante el día y la capacidad de mantener sus niveles estables, depende de lo que comemos al despertar. 

Disminución de la productividad intelectual 

Advierte la endocrinóloga que una dieta basada en harinas o féculas, con escaso contenido de proteínas, como carne, pollo, pescado, huevos, leche y derivados, a la par que engorda, también afecta notoriamente la capacidad de aprendizaje, la concentración mental, la resistencia física y la productividad de una población. 

Cuando este déficit proteico ocurre en los primeros dos o tres años de edad, además de disminuir la velocidad de crecimiento, también afecta el desarrollo cerebral y la inteligencia. 

“Este déficit de desarrollo del cerebro y el sistema nervioso central que ocurre por la falta de consumo de proteínas en los primeros años de vida, nunca más se podrá recuperar, por más que se incremente el consumo de proteínas en etapas posteriores de la vida”, agrega Jakubowicz. 

El deficiente desarrollo del sistema nervioso central y la disminución de la capacidad de aprendizaje de los niños nacidos en crisis económica puede afectar seriamente la productividad intelectual de una población. 

Falta de proteínas en el desayuno 

Los efectos sobre el aprendizaje y el rendimiento intelectual se hacen más evidentes cuando el desayuno no existe o es muy bajo en proteínas. 

Con relación a este fenómeno se realizó un estudio conjunto entre Cambridge, Massachusetts y Houston, Texas en el que se evaluaron a 800 niños, entre 9 y 11 años de edad, el impacto que tiene la falta de desayuno en el funcionamiento cerebral, mediante un test del cociente intelectual y de la capacidad de aprendizaje. 

El test fue realizado a las 11 de la mañana, y se comparó a un grupo de niños que no desayunó nada ese día, con otro grupo, los niños que comieron un desayuno rico en proteínas, leche, queso y pavo. Dos semanas después, se invirtieron los grupos y los que habían desayunado, en esta ocasión, hicieron las pruebas sin desayunar y viceversa. 

Se observó que los niños que no desayunaron, su coeficiente intelectual se mantenía, pero la capacidad de aprendizaje y alerta al realizar cuentas y captar nuevos conocimientos, se vio seriamente afectada por la falta de desayuno. 

Los niños que no desayunaron se equivocaban más, se distraían más, captaban menos las imágenes visuales, tenían disminución de la memoria y de la capacidad de razonamiento. 

Esta investigación constató que no desayunar antes de salir a la escuela o hacer un desayuno muy pobre en proteínas como por ejemplo un pan con jugo o galletas de soda con refresco o una empanada con jugo, afectará profundamente el rendimiento escolar. Mientras, que un desayuno que incluya un vaso de leche, queso, pechuga de pollo y arepa o pan, facilitará un rendimiento escolar óptimo, una mejor capacidad de aprendizaje, de alerta y una mejor concentración mental.

La próxima semana hablaremos sobre las recomendaciones que sugieren los especialistas, para mantener una dieta balanceada en los más pequeños de la casa.